Llamado originariamente (yeh-teh) “eso de allí”, el abominable hombre de las nieves… Una suerte de simio sagrado querido, temido y respetado por los sherpas* -y todos los habitantes del Himalaya-, que cabalga, de nuevo, entre el mito y la realidad, entre el folklore popular y las leyendas con una base real y objetiva. La nieve de las altas cumbres del Himalaya nos espera… A más de 5000m de altura, seguiremos las efímeras y casi mágicas huellas en la nieva de uno de los “hombres mono” más famosos de todos los tiempos. Con la siempre interesantísima intervención de Jesús Callejo, escritor y experto en criptozoología y seres feéricos.*Los sherpas, originalmente eran personas de las montañas en Nepal. Sin embargo, debido a la importancia que tuvieron como guías y ayudantes en las expediciones en el Himalaya, la palabra Sherpa se amplió a cualquier guía y ayudante en excursiones en el Himalaya.
El Yeti es un ser bípedo que camina ligeramente inclinado hacia delante. Tiene todo el cuerpo cubierto de pelo lacio y fuerte, excepto la cara, de piel blanca o rojiza; el pelaje es más corto por el pecho y por debajo de las rodillas y su cabeza es ovalada y puntiaguda”.
Ya en 1921, el coronel Howard-Bury, jefe de la primera expedición británica al Everest, afirmó ver en las pendientes nevadas, a más de 6000 metros de altura, unas siluetas. Al alcanzar la cota donde le había parecido ver aquellas grandes sombras descubrieron unas descomunales pisadas. Son muchas las personas que aseguran haberse cruzado o haber hallado pruebas (pelo, huellas, etc) de la existencia del Yeti, el hombre de las nieves. No obstante, la comunidad científica no considera que haya suficientes indicios para realmente concluir en la existencia de este ser.
Como documentación publicada al respecto, el alpinista Reinhold Messner, después de conquistar las 14 cimas más altas del mundo, se dedicó a organizar expediciones para buscar al Yeti y publicó un libro sobre ello (Yeti, Leyenda y realidad. Ed. Desnivel – 1999).
Todas las personas que afirman haberse cruzado con este inquietante ser coinciden en que su aparición va precedida de un silbido agudo (que ningún oso es capaz de emitir), que siempre se mueve en solitario y que huye del lugar donde es visto con ágiles y rápidos movimientos en posición erguida, como la de un ser humano. Coinciden también en que sus brazos son largos hasta las rodillas y en que su cabeza es desproporcionadamente grande y acabada en punta.
Fuentes: El Sótano Sellado, EDENEX