Jack Welch, el legendario icono de la gestión empresarial en las postrimerías del siglo XX, trazó desde temprano un camino de éxito que culminaría en la cima del mundo corporativo. Su ascenso meteórico dentro del gigante estadounidense General Electric (GE) fue más que una mera ambición; era una misión claramente definida. En 1973, después de trece años de dedicación incansable a la empresa, Welch delineó su meta principal en un informe de rendimiento dirigido a sus superiores: convertirse en el CEO del grupo.
En 1981, logró alcanzar este hito y durante las siguientes dos décadas, bajo su liderazgo, GE floreció exponencialmente, multiplicando su valor de mercado en más de cuarenta veces. Bajo su tutela, GE se erigió como el emblema máximo de la América Corporativa.
Con el reloj marcando sus 65 años en noviembre de 2000, Welch ya tenía en mente la transición hacia un sucesor adecuado. Había dedicado dos años a meticulosamente planificar el traspaso de poder más elaborado en la historia empresarial de Estados Unidos.
Sin embargo, semanas antes de su retiro previsto para jugar golf y esquiar con su esposa en Connecticut, Welch sorprendió al mercado anunciando la adquisición de Honeywell por 44.000 millones de dólares. Con este movimiento, postergó su partida para asegurarse de que la integración de este nuevo gigante fuera un éxito.
La compra de Honeywell, aunque planteada como la culminación perfecta de su carrera, resultó ser un desafío considerable, especialmente con las autoridades europeas bloqueando la operación. A pesar de los obstáculos, Welch había forjado un legado impresionante en GE, llevándola a batir récords de beneficios y ventas.
Su enfoque en el talento de los empleados como el activo más valioso de la empresa lo consagró como un gurú de la gestión empresarial. Incluso se dijo que estableció el paradigma corporativo para el siglo XXI.
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Sin embargo, su sucesión se acercaba, y a mediados de julio de 2001, Welch anunció su salida de GE, aunque la compra de Honeywell no se había completado como esperaba.
Aunque esta adquisición no fue el epílogo deseado, Welch dejó GE en una posición sólida bajo el liderazgo de su sucesor, Jeffrey Immelt, quien demostró ser un líder capaz y astuto. GE continuó prosperando bajo Immelt, quien implementó una reorganización estratégica para impulsar el crecimiento y reducir costos.
El legado de Welch perduró más allá de su tiempo en GE, convirtiéndose en una “marca” por derecho propio. Aunque enfrentó algunos contratiempos personales, su reputación como un visionario empresarial permaneció intacta. Immelt continuó construyendo sobre los cimientos establecidos por Welch, asegurando que GE siguiera siendo una fuerza dominante en el mundo empresarial.
Fuentes: Gerald Dean, Tribune, Alberto Guzmán. Imágenes: Alberto Guzmán.