William Friedkin rueda en una sola toma, porque en la vida no hay segundas oportunidades y hace las películas para su tío, un charcutero de Chicago, la única forma de tomarle «el pulso a América». En su despacho hay libros de exorcismos y fotografías con Jeanne Moreau, la actriz francesa que Truffaut dirigió en «Jules et Jim», y con la que estuvo casado. También el certificado del único Oscar de su carrera, el que obtuvo por «The French Connection: Contra el imperio de la droga» y esa persecución real, sin efectos especiales, digna de una película de Buster Keaton. «No nos matamos rodando esa escena gracias a Dios. No contábamos con ningún permiso de la ciudad para grabar todo aquello y ni siquiera teníamos extras. Fue algo estúpido, pero, por suerte, no ocurrió nada», llegó a decir el director.