Historia Secreta de la Carrera Espacial
Conspiraciones, engaños y misterios por resolver – ROBERTO PINOTTI –
«Roberto Pinotti tiene el mérito de reunir piezas dispersas de los primeros años de la conquista del espacio, ofreciéndonos un panorama inédito, lleno de experimentos, fracasos y guerras silenciadas, dirigido a los historiadores del futuro. Son ellos quienes juzgarán este asombroso material como se merece» JAVIER SIERRA
La historia de la carrera por la conquista del espacio está llena de mártires olvidados, historias suprimidas y secretos sorprendentes
Seis meses antes de que Yuri Gagarin se convirtiera oficialmente en el primer humano en órbita terrestre, varias estaciones de radio en Europa interceptaron emisiones de otros vuelos soviéticos que, al parecer, fueron ocultados.
- La historia de esa «supresión informativa» es solo una de las muchas que rescata el periodista e investigador aeroespacial Roberto Pinotti, que lleva décadas reuniendo las piezas traspapeladas de lo que podría ser uno de los mayores engaños de nuestros días.
- ¿Por qué Moscú y Washington llevan tanto tiempo silenciando capítulos enteros de su carrera por dominar el espacio? ¿Qué ocultan de verdad? ¿Qué temen? De la mano de Pinotti, nos adentramos en el halo de misterio que envuelve desde sus orígenes los primeros pasos del hombre en el espacio.
12 de abril de 1961. Nueve de la mañana en Moscú. En el polígono de misiles de Tyuratam (que los rusos rebautizaron Baikonur), en la región del lago de Aral, tiene lugar una actividad frenética en torno a la rampa de lanzamiento de un cohete propulsor A1. De pronto, una voz pronuncia despacio y con emoción la cuenta atrás:
A las 09:07 horas, el cohete soviético se eleva majestuoso y firme en el cielo de Asia central. Más tarde, ese mismo día, Radio Moscú reclama la atención de sus oyentes con la fórmula ritual que anuncia las comunicaciones importantes. «Govorit Moskvá, govorit Moskvá» («Al habla Moscú»).
A las diez, los altavoces de las calles y de los grandes almacenes de Moscú difunden la voz de Yuri Levitán, el locutor oficial de las grandes ocasiones, muy popular por haber anunciado el victorioso fin de la Segunda Guerra Mundial contra la Alemania nazi.
«Vnimánie! Vnimánie!», repetía la voz solemne y enfática: «¡Atención! ¡Atención! La Unión Soviética ha lanzado la primera nave espacial del mundo con un hombre a bordo, la Vostok, en órbita alrededor de la Tierra. El astronauta que pilota la nave es el ciudadano de la Unión Soviética Yuri Alekséievich Gagarin, mayor de aviación».
Tras ese primer comunicado oficial, que la multitud recibió con gran alborozo, siguieron otros a lo largo de la mañana con más detalles sobre el extraordinario acontecimiento.
Gagarin, el «primer hombre que pisó el espacio», abrió los «caminos del cosmos» a la humanidad. Y hoy los astronautas no son los únicos que entran en órbita. En un contexto social y estatal como el ruso, totalmente devaluado tras la caída del comunismo soviético, ahora Moscú busca fondos y ofrece vuelos de pago por el cosmos. El primero lo realizó en 2001 el millonario norteamericano Dennis Tito, luego el magnate sudafricano de internet Mark Shuttleworth. Y seguirán otros, empezando por el director hollywoodiense James Cameron.
Pero ¿sucedió todo tal como nos lo contaron? En absoluto.
Los primeros años de la astronáutica son de los más misteriosos del siglo
- El secretismo fue una constante en los experimentos, cuyo componente militar quedaba minimizado en un clima artificioso de pionerismo científico. Incluso en Estados Unidos, país que se presentaba como paladín de la libertad de información, el espacio se llenó de satélites secretos. Para el régimen soviético resultó más fácil trabajar sin rendir cuentas ante el público. Muchos lanzamientos espaciales de la Unión Soviética nunca se declararon oficialmente, y solo se tienen escasas noticias de ellos a través de los servicios de espionaje estadounidenses. En junio de 1963, la NASA divulgó un documento basado en observaciones del mando del North American Aerospace Defense Command (NORAD, el sistema de defensa aérea del continente norteamericano) en el que se mencionaban algunos fracasos espaciales que la Unión Soviética nunca había admitido.
Estos episodios nunca formarán parte de la historia «oficial» de la astronáutica, porque oficialmente jamás han existido. Forman parte de «otra historia», una historia secreta menos conocida, aunque no por ello menos real. Del mismo modo, nunca han sucedido determinados hechos que, sin embargo, aparecen cada vez con mayor frecuencia en la crónica actual.
Hubo que esperar treinta y cinco años desde que Gagarin llegase al espacio para que se hiciera público el informe secreto que él mismo escribió para Jrushchov. Gracias a ese documento, sabemos que la misión sufrió varios contratiempos, algunos de ellos tan serios que habrían podido tener consecuencias trágicas.
Gagarin perdió el lápiz poco después de salir, de modo que, a diferencia de lo que afirmó en numerosas entrevistas, no pudo tomar apuntes. Las comunicaciones por radio sufrieron largos periodos de silencio durante los cuales Gagarin estaba aislado por completo del mundo. La Vostok alcanzó una órbita más alta de la que se declaró oficialmente:
Gagarin llegó a los trescientos setenta kilómetros de altitud, lo cual aterrorizó al equipo técnico que seguía el vuelo desde tierra. Y es que, si el protocolo de regreso se hubiera alejado, aunque fuera mínimamente de lo previsto, Gagarin habría aterrizado al cabo de cincuenta días; mejor dicho, habría tomado tierra su cadáver, porque la Vostok tenía oxígeno y provisiones solo para diez días.
El sistema de frenado de los cohetes funcionó bien, pero la nave empezó a rotar sobre sí misma, como en un remolino, y durante varios minutos el astronauta perdió la noción de adónde se dirigía y de cuál era su posición con respecto a la superficie terrestre. La cápsula no se separó del todo, el habitáculo de Gagarin seguía unido al resto de la Vostok. Por suerte, la fricción con la atmósfera desintegró los cables de conexión con el módulo de instrumentos y la cápsula esférica donde estaba el astronauta se liberó de un peso muy peligroso.
En contra de lo que declaró, Gagarin no aterrizó dentro de la nave. A siete mil metros de altura, fue propulsado y bajó en paracaídas. Y hubo problemas desde el principio: solo se abrió un paracaídas, el de reserva, y se desplegó solo en parte y gracias a una ráfaga de viento.
“Si la nave espacial Vostok se presentara a los científicos de hoy, nadie votaría a favor de lanzar una cosa tan improvisada como esa al espacio”
¿Y si nunca fuimos a la Luna?
Bill Kaysing fue un escritor estadounidense que escribió el bestseller We never went to the moon. Sostiene que los norteamericanos, en 1969, aún no disponían de la tecnología suficiente para garantizar el éxito completo de la misión en la Luna y que nunca partieron para conquistarla, al menos no en el verano de 1969, ya que, después de la tragedia de 1967 en que fallecieron tres astronautas y del descubrimiento de los famosos 200 defectos del
módulo de aterrizaje LEM, la NASA aplazó sine die todos los proyectos espaciales. Sin embargo, había que respetar la palabra de Kennedy («antes de 1970, un estadounidense pondrá los pies en la Luna y volverá a la Tierra sano y salvo»), lo cual justificaba el gasto colosal pagado por millones de contribuyentes en Estados Unidos.
La llegada del hombre a la Luna es difícil de entender si el contexto del conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Más allá del interés científico, el poder enviar una tripulación a nuestro satélite se convirtió en una Carrera Espacial entre las dos potencias mundiales que luchaban para demostrar quién tenía las herramientas tecnológicas más punteras. Todo un ejercicio de intimidación. Una manera de sacar pecho y marcar territorio. Un ‘aquí mandamos nosotros’ de manual.
Parte del análisis de las fotos oficiales de la NASA que supuestamente tomaron Neil Armstrong y el módulo lunar LEM en nuestro satélite natural, y señala una serie de errores fotográficos y técnicos, algunos de los cuales destapan un hábil montaje basado en artificios de estudio. Los dos ejemplos más evidentes: la célebre foto de Armstrong admirando la bandera de las barras y estrellas donde esta, a diferencia del astronauta y del LEM, no proyecta ninguna sombra; y la imagen de la exploración espacial en el suelo lunar, iluminado por un haz de luz similar a un foco spot, que rompe de manera antinatural la uniformidad de lo que debería haber sido una iluminación solar «al infinito». Por no hablar de la ausencia de cráteres que el potente retrocohete que empleó el módulo de aterrizaje habría tenido que dejar en la superficie harinosa de la Luna, que, en cambio, estaba llena de marcas de moon boots, de botas lunares.
La NASA no es lo que parece
Que la NASA no es en absoluto lo que debería y lo que declara ser, hace tiempo que no es un misterio para nadie. El organismo espacial de Estados Unidos está lejos de ser únicamente un centro científico y de investigación civil dedicado al desarrollo de las ciencias espaciales y a la ampliación de nuestros conocimientos del universo. En realidad, la NASA opera en estrecho contacto con los militares de Estados Unidos y siempre ha desarrollado proyectos secretos para la Defensa de Estados Unidos, lo cual la convierte en un organismo ampliamente infiltrado por el poder político, el Pentágono y la inteligencia de Washington. Es un hecho que hasta ahora la NASA ha reprimido con extrema cautela las noticias relacionadas con los ovnis y los extraterrestres; incluso llegó a declinar la invitación del presidente Carter a ocuparse del problema para contárselo al pueblo estadounidense. Luego, la NASA ha sido acusada en múltiples ocasiones de haber censurado información y haber manipulado datos, imponiendo el secretismo a su personal y falsificando ciertas imágenes transmitidas desde las sondas espaciales.
Marte, ¿el planeta azul?
Es bien sabido que el planeta Marte es llamado «planeta rojo» por la abundancia de óxido de hierro que hay en sus rocas superficiales. Tal es el color que vemos en las imágenes oficiales de la NASA, de cuya autenticidad cromática dudan muchos astrofísicos. ¿Por qué el planeta fotografiado por telescopios de aficionados no se ve tan rojizo como en las imágenes de la NASA y, además, aparece estriado de verde y azul?
Si en Marte existen seres vegetales que realizan la fotosíntesis clorofílica y, por tanto, liberan oxígeno en el aire, el cielo no debería verse amarillento como en las fotos de los robots que han enviado allí. Por otra parte, la presencia de tanto óxido en las rocas superficiales podría sugerir que, en el aire de Marte, hay una cantidad discreta de oxígeno molecular (azul). Y luego está la combinación de dióxido de carbono y otros compuestos del oxígeno que constituyen más del 95 por ciento de la atmósfera.
Las imágenes tomadas con el telescopio espacial Hubble también muestran azul en la atmósfera de Marte, un color ausente en las fotos más conocidas. Podemos conjeturar que, si el fin de todo ello es ocultar la presencia de vida en Marte, el organismo espacial norteamericano puede haber alterado con filtros los verdaderos colores del planeta. Los astrónomos deberían explicar el origen del color azul en el cielo marciano.
“Existen dos maneras de ser engañados. Una es creer lo que no es verdad, la otra es negarse a aceptar lo que sí es verdad”
EL AUTOR: Roberto Pinotti, sociólogo y periodista científico, ha trabajado a nivel internacional como investigador aeroespacial y asesor del SETI, el centro radio-astronómico de investigación de inteligencia extraterrestre. Colabora con varios medios de comunicación periodísticos y televisivos, también en calidad de experto en ovnis y fenómenos insólitos. Es autor de obras enciclopédicas en Italia, España y EEUU y de algunos best seller sobre el tema de los ovnis y de los alienígenas, entre ellos “Atlántida. El misterio del continente perdido”, publicado también por Luciérnaga en la colección Ocultura.
Fuente: Ediciones Luciérnaga.